La primera vez que un headhunter se puso en contacto conmigo fue en 1999. La conversación digamos que fue complicada, porque estaba de copiloto en un coche que conducía mi jefe.
Desde aquel momento entendí que una forma de medir tu calidad profesional y el desarrollo de tu carrera es el número de cazatalentos que se ponen en contacto contigo. Si te llaman de vez en cuando, es que lo estás haciendo bien. Si se ponen en contracto contigo tres y cuatro headhunter por semana... bueno, eso sólo significa que estás trabajando en big data, que hay pocos recursos en el mercado, que la economía se está acelerando y que tu perfil es realmente interesante: en suma, que has dado en la diana.
Desde aquella primera interacción con un headhunter hasta hoy, lo cierto es que las cosas han cambiado mucho. En aquella época, ya el siglo pasado, no teníamos las herramientas sociales -como LinkedIn- que facilitan el contacto entre las personas. Aquel headhunter que me llamó estando con mi jefe, había conseguido mi referencia a través de una persona que le había dicho que yo encajaba para un puesto determinado, casi con toda seguridad un cliente que conocía mi perfil y mi forma de trabajar.
Un tiempo después me llamó otro headhunter de la que en en aquel momento era la primera empresa del ramo en España. No tengo muy claro cómo había conseguido mi contacto, pero de nuevo tuvo que trabajar para conseguir mi perfil, mis datos de contacto, encajarlos con el puesto de trabajo que estaba tratando de cubrir y decidir que era el candidato ideal. No creo que se acuerde de mí, pero en aquel momento casi podía ver la cara de sorpresa que puso cuando ni siquiera le dí la oportunidad de tener una entrevista personal: estaba cambiando de empresa en aquel momento y puesto que había dado mi palabra de incorporarme a un nuevo equipo, ni siquiera consideré la posibilidad de tener una entrevista para un puesto de trabajo que no aceptaría por coherencia profesional (sí, pecados de juventud...).
Hoy en día, ya en pleno siglo XXI, las cosas han cambiado enormemente. Los cazatalentos ahora se llaman headhunters, pero sobre todo ha cambiado la forma en la que trabajan. Mientras que antiguamente tenían que buscar los candidatos idóneos a través de referencias de otras personas, ahora las referencias se buscan a través de LinkedIn principalmente. No quiero quitar mérito al trabajo del headhunter, pero ahora se lo hemos puesto muy fácil: simplemente tienen que teclear una serie de palabras clave, unos términos de búsqueda determinados y aparece un listado de candidatos clasificados por esas palabras clave. Ya sólo queda filtrar los que ellos piensan que son los más adecuados, y, ni siquiera tienen que encontrar la forma de ponerse en contacto con ellos, basta con usar el mail del propio LinkedIn para que le llegue un mensaje al candidato en cuestión (bueno, sigue habiendo excepciones; algunos no sé cómo lo hacen pero acaban llamándome al número de teléfono antes que usar el contacto por mail, lo que dice mucho de su calidad profesional).
Recuerdo una anécdota que contaba una responsable de RRHH de una de las empresas en las que trabajé, que había sido cazatalentos a la antigua usanza. Llevaba varios meses tratando de contactar con un directivo de una empresa, directivo al que quería proponer un puesto en una empresa de la competencia, pero su secretaria siempre le rechazaba las llamadas. Un día, empleó un truco, le dijo a la secretaria que era la vecina de abajo del candidato en cuestión y que tenía que hablar urgentemente con él, porque debían haber dejado un grifo abierto y le estaba inundando el piso.
El truco dio resultado y el directivo aceptó la llamada. Cuál sería la sorpresa de la headhunter cuando el tipo, antes de decir hola, le dice:
-"¿De qué empresa de headhunters me llamas?"
-"¿Cómo sabes que soy una headhunter...?"
-"Vivo en un chalé, no tengo vecina de abajo..."
Este tipo de cosas son las que perdemos con las redes sociales. A cambio, quizás ganaremos en eficiencia y sobre todo en oportunidades, porque claro, el trabajo del headhunter es más fácil, pero los candidatos también tienen mucha mayor proyección, el escaparate es mucho más grande y se puede expandir con mayor facilidad incluso a otros países.
Por cierto, siempre hay que ser cuidadoso con los contactos con un headhunter. Un buen conjunto de consejos son los que se encuentran en el siguiente enlace.
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